El mejor regalo

Un día gris, lluvioso, demasiado frío para ser finales de mayo. Detrás del cristal tan solo se oye el viento y las gotas tropezar. Me pierdo en el sonido de la melancolía, porque nos han enseñado que la lluvia trae tristeza y ahoga el alma. No hay nadie por la calle, tan solo huele a tierra y a lluvia oxidada. Llueve, como cada día desde hace una semana y esa tristeza intenta azotarme en la cara. Algunas veces consigue que duela, otras, roza mi mejilla y yo le pongo la mejor de mis sonrisas.

Un día gris para pintar de colores el cielo, dibujar pájaros y nubes con formas para inventar grandes historias. Y como las personas, el cielo necesita llorar y mostrar su bondad en la noche. Cuando llueve hay que agradecer al sol su existencia y disfrutar de la calma del día. Escribir cartas, cartas que ya nadie escribe y dejar atrás las tecnologías. El olor a papel y tinta es más auténtico que escuchar el ventilador de un ordenador barato. Y mientras vuelvo a un tiempo que ya ha pasado, escucho el Concierto no. 2 de Chopin para piano. Es entonces cuando siento que tengo el más bonito de los regalos y que pronto tendré a un bebé entre mis brazos.

Caminar con uno mismo

Es fácil juzgar a los demás sin conocer la historia completa. Las personas no valoramos los hechos por lo que son o por lo que nos hacen como seres humanos, lo valoramos según lo mal que nos sentimos al ver que alguien supera el día a día. Si una persona no lo tiene fácil en la vida es mejor juzgarla, porque esa persona es capaz de levantarse aún teniendo impedimentos. Y nosotros, que todo nos parece más “fácil”,  nos ponemos barreras. Es fácil no valorar a otra persona cuando la realidad es que no nos valoramos a nosotros mismos. ¿Y qué nos queda para consolarnos? el desprecio a cualquier cualidad ajena. Y sí, todos lo hacemos y lo hemos hecho en algún momento.

Hoy en concreto he vivido un hecho un tanto insensible. Cuando alguien con una discapacidad consigue superarse, y con esto quiero decir superar muros mucho más altos de quién tenemos la suerte de estar enteros, oímos que es lo que ha desarrollado durante gran parte de su vida y con lo que ha vivido. Por lo tanto, para ellos,  no le es tan difícil por ejemplo tocar la trompa con los pies o pintar con la boca. Pues bien, a todos los que penséis igual, contestad a una sencilla pregunta: ¿Nunca nada os ha hecho sentir pequeños cuando os han cerrado la puerta en las narices a la hora de soñar? La realidad es que sí, y si valoras el porqué, veremos que pocas veces supera a esa pequeñez que deben sentir personas en las que nadie cree y logran tocar la trompa o  pintar sin tener manos. Sí, también es difícil para ellos. Quizás no hayan tenido esa alfombra roja por la que todos hemos paseado aunque fuera solo un segundo. Y si alguien lo ha tenido fácil en la vida que levante la mano con orgullo. A quién no, que piense lo que le ha supuesto entonces conseguirlo y lo multiplique por un millón, porque a esas personas que no tienen una condición óptima para alcanzar lo que quieren se le ha mirado desde arriba. ¿Cual es la única diferencia entre ellos y nosotros, a quienes nos lo ponen “fácil”? Que a ellos esa mirada les engrandecen y consiguen sus sueños a base de esfuerzo.

Hay que aprender a caminar de la mano de uno mismo, sin juzgar, admirando a las personas que nos hacen replantearnos nuestras vidas. Porque a veces, eso es lo que nos lleva al cambio.

 

https://www.youtube.com/watch?v=Y6M04BZPJZM#t=329

El sabor del anhelo

Las nubes dibujan el cielo de rojo, de rosa, algunas de lila, y otras, tan solo se insinúan a la luna. Los árboles adelgazan dejando caer sus hojas al viento, dejándolas en el olvido. Olor a castañas inundan la calle desde el puesto de aquella anciana que perdura en el tiempo, aquel que pasa y no vuelve atrás. Son recuerdos de mi infancia, recuerdos que cada día hablan a mi corazón vacío por esas personas que ya no están. Y es entonces cuando me doy cuenta de que nunca volveré a verlas, ni a sentirlas, y mis ojos se inundan de lágrimas de ausencia.

Aquella tarde iba de su mano y sentí la dureza de su piel y las cicatrices de los años. Me recogió de clase como cada lunes y me llevó al parque. Pude respirar el mar, el aire, la sensación de libertad. El dulce olor de la amargura anhelada y el sabor de mi deseo se confunde en este recuerdo pero la claridad de sus palabras resuena en mis oídos. Me dijo que todos esos sentimientos los guardara en la cajita de los momentos importantes para cuando los necesitara y con la noche sobre nuestras cabezas nos dirigimos a mi casa. Siempre subía un largo rato, se sentaba en el sofá y esperaba a que mi perro le lamiera la oreja con cara de felicidad. Mi abuelo y mi perro, sentados, mirándose, ignorando que algún día me faltarían. Me recogía del colegio en su bici como cada día y yo desde la ventana lo veía llegar a veces tranquilo, y otras, apurado para llegar a tiempo. Por las tardes me llevaba de paseo como si yo fuera lo único importante de su vida, y esa sensación me hacía feliz. Quería parar el tiempo y no crecer. Poco después la felicidad se fue, la seguridad se escapó y nada volvió a ser igual. Yo seguía mirando por la ventana por si le veía pasar, seguía esperando a que me recogiera, y seguía pensando que volveríamos a pasear por el paseo de las lamentaciones pero nada de eso sería posible. Aprendí a vivir con ausencias, con recuerdos, sin olvidar los momentos felices. Porque ellos son los que te mantienen en pie cada mañana para renovarlos y seguir nuestro rumbo.

La caricia de la muerte

La edad no era impedimento para Jose Garrido. Con sus 79 años subía a los escenarios cada noche dando el do de pecho al final del aria y el público se venía arriba, lo querían. Aquella mañana se despertó y supo que 49 años dedicados a su único amor eran más que suficientes. Una sensación de soledad le invadió, sentía que la muerte le alcanzaba. No solo porque se le venía encima, sino porque al terminar con su carrera, sus días dejarían de tener sentido. Preparó un baño bien caliente y pensó en los jóvenes que ocuparían su lugar. Ya nadie canta como antes, se dijo a sí mismo. Sabía que esa noche sería la última cita con su amor incondicional y sus amantes pasajeros, el público. Cogió la toalla, quitó el tapón de la bañera y miró fijamente cómo el agua se deslizaba por aquel desagüe, como su vida en el mundo. Preparó el desayuno con la ilusión de llegar al teatro para el ensayo general. Pero nunca llegaría. Alguien le esperaba. Alguien con los sueños atrapados tras la sombra de esa vieja gloria. Con la mano temblorosa cargó el arma y esperó a que saliera Jose Garrido. Al escuchar el ruido de la cerradura, sin pensarlo, apretó el gatillo y sintió la libertad de la sombra disiparse. En el piso de arriba se oían movimientos agitados debido al disparo. Antes de matarlo, pudo advertir alivio en los ojos de Jose Garrido. Si no podía seguir cantando, la muerte era más placentera que vivir sin poder subirse a un escenario. Y como en Tosca, la sangre caía limpia, como su voz lo había sido alguna vez.

Mi silencio

Siempre me hallo en silencio aunque mil voces se crucen.

La lluvia moja las calles pero no apaga el fuego.

Mil noches caerán oscuras pero no podrá destruir nuestros  sueños.

Siempre me hallo en silencio aunque tu voz suene en mi recuerdo.

http://www.youtube.com/watch?v=32CDfZHDZn0

La indecisión de amar

Construir una relación no se trata solo de amor. Hace falta atracción, confianza, no poder dejar de pensar en esa persona. Hace falta además del amor, sentir algo que te fascine, que te mueva por dentro, por fuera. Nadie se puede sentir atraído o sentir que ama por decisión propia. No es algo que eliges, se siente dentro de ti,  del corazón, del estómago, en tus piernas, en tus manos… Amar es la mejor de las indecisiones. Las personas que amamos y las relaciones transcienden en el tiempo.

http://www.youtube.com/watch?v=L_uDBXj7upc

Riesgos

El miedo forma parte de nuestro crecimiento. Sea el miedo a la oscuridad, a los fantasmas, a la soledad…siempre es miedo. Porque la vida es un riesgo y hay mucho que perder.  Aunque no hay que dejar que el temor no nos deje ver más allá.

Nacer es un riesgo porque pasas a formar parte del escaparate de la vida. Te pasas la niñez jugando y cuando vas creciendo entiendes que el juego es el sobrevivir a los infortunios que te esperan. Las personas nos traicionan, nos lastiman, y es un temor del que nadie nos puede salvar. La vida es un largo recorrido donde hay que ser valientes, levantarse y apreciar lo que es la vida. Ganar o perder no importa, todo es cuestión de actitud. En la lucha aprendes a que tienes que tener el escudo preparado para sacarlo antes de tiempo. Ganar o perder depende de ti. Y perder, a veces es la manera de ganar.

Tan solo se trata de vivir

Nos quejamos porque en realidad no nos falta de nada. Disponemos de las cosas importantes. No sentimos añoranza por algo, sabemos que en algun momento lo conseguiremos. Anhelamos aquello que ya no tenemos porque lo pudimos poseer. Nuestras expectativas van siendo cada vez más altas y no importa el cómo, sino conseguir lo deseado. En algún lugar hay personas que tan solo quieren una cosa, eso que no apreciamos y no valoramos.  Aquello que solo se tiene una vez, la vida. Al final, hacen falta pocas cosas para vivir.

Sensaciones

Al final del día, siempre nos queda dar las gracias por vivir un día más. Haya sol, haya lluvia, has podido disfrutar de lo maravillosa que es la vida y sentir como el sol calienta tus mejillas o la lluvia purifica el alma.

A veces nos entristecemos cuando día tras día solo hay un mar de nubes sobre nuestras cabezas. Eso no nos deja ver que en esos días buscamos refugio en los demás, buscando la compañía que deseamos, porque lo necesitas, porque te obligas a guardar tiempo para hacer lo que un día normal no harías.

Aquí  tan solo sale el sol cuando pierde la timidez. Pero pronto se abruma de tanta expectación y se vuelve a esconder. Así que el sol consigue que lo valoremos más cuando brilla y que ese recuerdo lo retengamos en nuestra memoria para esos días grises. Yo por mi parte sigo llenando ese baúl de sensaciones. Porque es maravilloso poder disfrutar del sol cuando llueve y de la lluvia cuando el sol está radiante de alegría.

No solo el dinero da la felicidad, a mi me la da las personas que me rodean, mis pasiones, y poder estar ese ratito a solas para poder expresarme con libertad y ser honesta con mis sentimientos. En ese rato me amo a mí misma, no importa lo que haya pasado en el día.

Al final, la vida se resume en la cantidad de días felices, en esos momentos mágicos en los que solo importas tú, las personas que quieres y el sonido de la felicidad.

http://www.youtube.com/watch?v=QMTKjVeDS0A

 

El aire cansado

Busco el aire del sur. Si algún día el viento hablara y dijera que está cansado de soplar, no querría ver la tierra sin las hojas mecerse y las olas el agua rizar. Si el viento decidiera morir, la casa de mis sueños se hundirían con las velas paradas por el aire.

Busco un nuevo aire del sur en un Londres gélido como la hiel. Busco un soplo, pero no hay aliento, ni flores vivas para recordarme de donde vengo. Vuelvo a buscar, tenaz, pero nada sustituye en mi memoria aquella brisa fresca del mar. Y si el aire dijera alguna vez que está cansado de soplar, daría vuelo muy alto para ser ese aire y liberarle de su pesar.