El lobo solitario

Se quitó el cinturón, se desabrochó la camisa y tiró de la corbata de seda. Cogió el pijama y preparó el té que tanto le gustaba. Cortó el hilo de la bolsa y echó una nube de leche. Se apartó un mechón de la cara para poder mirar la profundidad de la noche.

En la calma pensaba en las palabras, el lenguaje ensordecedor con el que huye del día, tejiendo una larga colmena de sílabas. Hay quien piensa en fotografías congeladas, pero él tan solo tenía letras desordenadas. En la oscuridad es espectador y protagonista, en el día tan solo indiferente. Sabe que es él quien observa la fuerza de la vida y siente que es el velo pintado que entretiene a algunos cuantos. Se queda mirando fijamente cómo no puede articular las palabras que tanto envuelven sus noches.

En la oficina ve un cuadro nuevo, y una pareja sonríen al cielo eterno del amor. Es un fragmento de esa vida que no puede vivir, que en otro tiempo tampoco supo lo que era.

Cada vez que piensa en ello mira el lienzo con desesperación y lo guarda en su memoria. Así puede recrearse en un recuerdo no vivido hasta sentir que en su vida no hay espacio para enamorarse.

-Hola- le dijo aquella chica de labios rojos.

Se apartó al instante.

-Hola- le volvió a repetir.

Entre la multitud no encontró refugio.

-Hola- tartamudeó él.

-Quiero que me hables en tu único lenguaje, soy capaz de comprenderte.

Un día sin ti.

Un día sin ti dura más de 24 horas. Seguimos con nuestras vidas pero seguimos formando parte el uno del otro. Un día se compone de las veces que cojo el teléfono para llamarte, olvidando que ya no hay quién conteste al otro lado. Son más de 24 horas oyendo en mi mente tu nombre, tu risa, tus abrazos. Estás ahí durante el día, que dura más de 24 horas.

Voy caminando y te veo por cada esquina que rondo aún sabiendo que es más imposible que lo que dura un día sin ti. Y cuando llega la noche, me voy a dormir, contenta por haber pasado un día más aguantando mis decepciones, mis errores.

Pero en el fin de semana, un día sin ti dura más que eso. Son los desayunos a solas, las tostadas que no te preparo o la comida que no cocino ni para ti, ni para mí.  Son una hora de bici para escapar de un día sin ti.  Es acordarme de tus detalles, tu voz y del tiempo en el que no sé nada de ti.

Y si sumas un día sin ti, es más largo que el tiempo que hemos pasado juntos.

VALIENTE

El hombre cabalga con su caballo de plata. Rompe olas y montañas, y vence a los reyes con su armadura. Le llamarán valiente  por cabalgar su caballo por los senderos de la vida. Yo me sentaré en mi butaca meciéndola al final del día, porque he luchado contra gigantes y cabezudos, he cambiado las sábanas, limpiado la casa, la ropa, y he ido a trabajar para conseguir la cena del día. Rompí olas y cadenas, y vencí a la amargura. Pero nadie me llamó valiente.

En el mismo lugar

Cada mañana paso por el mismo lugar. Subo Kensington Church Street y rodeo la iglesia. Pelo graso, bolsas vacías y un corazón roto por la ausencia. Cada mañana la encuentro sentada en el mismo banco y a la misma hora. Mira al infinito, quizás esperando al fantasma que nunca llega. Los coches pasan, las personas van y vienen, pero ella vuelve al mismo lugar.

Normalmente parece vivir del recuerdo que alimenta su oscuridad, pero otras, manda una sonrisa al aire. El olor de su tristeza puede calar mi alma y me apiado de ella. Me siento un rato a su lado sabiendo que mi presencia le es indiferente. No sabe que estoy oyendo su silencio, cogiendo su mano en secreto y apoyando su roto cuerpo. Aunque pase inadvertida no desisto y acompaño cada mañana su mirada fría. Al final de mi compañía le dirijo una sonrisa cálida, y a veces, puedo adivinar que lo agradece.

Cada mañana volvemos al mismo lugar, dos personas diferentes, desconocidas, con el alma rota. Pero tenemos algo más que eso en común, hacemos que de nuestro dolor nazca el gran arte que nos rodea. Y así, cada palabra, roza la fibra dolorida de mi alma.