Cuando haces algo erróneo o mientes a propósito suele tener un porqué lógico. A veces lo hacemos porque sí, para cubrirnos las espaldas o porque no sabemos ser nosotros mismos y decir lo que pensamos. No queremos mostrar lo que somos. Otras veces mentimos para ser esas personas que crees que los demás quieren que seas. Les dices que has hecho algo que esperan y se llenan de orgullo. Aún veo y oigo las voces de mi familia y seres queridos alegres al creer que lo había conseguido. Pero no es cierto, el miedo y la falta de coraje paralizó la poca confianza que quedaba en mí. Las personas no somos tan reales como creemos. ¿Cuántas veces hemos oído que tu vida pasa ante tus ojos minutos antes de morir? Si es así yo no quiero volver a vivir esos momentos porque tan solo me recuerdan que la vida me puso a prueba y fallé. Esos momentos no me han hecho quien soy, tan solo les he dado vida.
Todos sabemos que de algún modo moriremos. No se sabe cuándo, ni dónde, ni cómo, pero como vivas tu vida marcará ese final. Hay que preguntarse si vives la vida que quieres vivir. ¿Realmente eres lo mejor que puedes ser? Seguro que podemos hacerlo mejor. Respira, se hace larga la espera a todas las preguntas sin respuestas. Toma las riendas de tus decisiones, el universo se encargará de conspirar contra nosotros.
Al final del día nos quedamos con que las consecuencias de los errores se nos van de las manos y decidas lo que decidas está mal. Solo queremos sobrevivir a la tormenta. Rezamos y esperamos. Nunca imaginamos cómo sería el llegar hasta este punto. No pensamos en que una vez pasa la tormenta quedan escombros que restaurar. Siempre creí que nos educan para manejar cualquier situación. Estaba equivocada. Como la mayoría de las veces me equivoqué. Aunque llevo razón en una cosa: las respuestas llegan con el tiempo y hacia donde vaya la vida hay que navegar con la vela bien segura.